El miedo que nos protege


(continúa del artículo anterior)

El miedo es una emoción muy necesaria, no voy a hablar en este artículo de cuando está patológico, por ejemplo generando una fobia, sino de lo importante que es para nosotros, para nuestra supervivencia y nuestra vida diaria.

ojos miedo

Cuando sentimos un fuerte miedo nos hacemos más conscientes del entorno, fisiológicamente el cuerpo se prepara para reaccionar con mayor rapidez (el corazón bombea sangra a mayor velocidad, las pupilas se dilatan para facilitar la admisión de luz, la sangre fluye a los músculos mayores, especialmente a las piernas), el miedo nos avisa de los peligros y nos impulsa a protegernos. Imaginaos que pasaría si un niño pequeño no sintiera miedo del fuego o de animales desconocidos. A los adultos nos hace tener cuidado de las cosas importantes, por ejemplo, el miedo a que aumente mucho nuestro colesterol nos impulsa a cuidar la dieta o hacer ejercicio, el miedo a perder a alguien que queremos nos impulsa a cuidarlo etc.

Por ello aprender a escuchar al miedo y atenderlo nos protege y cuando realiza su función se calma. Si en un momento dado puedo quedarme sin dinero, aparece el miedo. Entonces nuestro miedo nos impulsa a buscar una solución, este impulso puede tensarnos y aparecer en forma de sensaciones corporales incómodas. Su función no es incomodarnos, si no impulsarnos en acciones que nos protejan, y puede aparecer repetidas veces cuando nos damos cuenta de ese peligro. Pero si  realizo una acción de cuidado como juntar unos ahorros,  mejorar mi situación económica, reducir gastos etc, me sentiré más seguro, el miedo cumplirá su función de protegerme del peligro y se calmará.

Por ello es tan importante, ser conscientes del miedo. Si en el ejemplo anterior, cuando siento miedo a quedarme sin dinero (o podría ser a perder un amigo, una pareja, la salud etc…) intento pensar en otra cosa, me pongo a ver la tele, llamo a alguien para distraerme… (hay muchas manera y cada uno tenemos la nuestra)  es fácil que consiga disminuir la sensación de miedo  o olvidarme de ella y perdiendo esta sensación, también pierdo la energía que me impulsa a resolver este problema. Por lo que alejándome del miedo no me cuidaré y me mantendré en un estado de inseguridad que estará de fondo aunque yo este haciendo otra cosa o intentando no pensar en ello.

En cambio si presto cada vez más atención al miedo, aunque sea incómodo a corto plazo, el impulso por solucionar, por cuidarme cogerá más fuerza. De alguna manera separándonos del miedo, nos separamos de nuestra fuerza y de  nuestro verdadero impulso (que en este caso sería cuidarnos ante una situación peligrosa). Por esta razón es tan importante descubrir como hacemos para “no enterarnos” para adormecernos y distraernos de nuestro miedo que nos proteje y  nos impulsa al autocuidado.

Psicólogos Coruña Gestalt

Diego Martínez