Los psicólogos cuando hablamos de autocompletarnos nos referimos al proceso de averiguar y recuperar partes de nosotros, de nuestra personalidad que hemos ido perdiendo en el proceso de maduración. Por ejemplo, hay personas que de niños reían mucho y de mayores lo hacen poco o muy poco, otras eran espontáneas o cariñosas y ahora menos. Es como si hubiésemos perdido capacidades, pero ¿qué ha pasado?.
Desde niños y mientras fuimos creciendo, nuestros padres, nuestra familia o las personas que nos criaron fueron enseñándonos la manera de comportarnos. Nos enseñaron desde a atarnos los cordones, a la manera de sentarse a la mesa, los ideales, lo que es bueno y lo que es malo etc. A medida que la persona crece conoce más niños, profesores, el instituto, el trabajo, y de aquí también recibe muchos mensajes de cómo debe uno comportarse o cómo debe sentirse ante determinadas situaciones. La familia y después los distintos ambientes sociales van pidiendo a cada persona que se comporte de una determinada manera.
Así, a medida que la persona se va formando,aparecen dos impulsos en ella. El primero sería su forma natural de ser y el segundo vendría dado por la necesidad de adaptación al medio social con el que se relaciona. Es decir, un impulso de ser uno mismo y un impulso de ser querido y aceptado en su medio social que implica un cambiarse a uno mismo para conseguirlo. Como la persona maneje estos dos impulsos, estas dos necesidades, determinará gran parte de su salud emocional.
En este proceso de adaptación al medio, hemos ganado y hemos perdido. Gran parte de este aprendizaje social es muy necesario y a la vez con esta adaptación hemos perdido el buen manejo de algunas de nuestras capacidades. Aquí nos interesa especialmente lo que hemos perdido.
Por ejemplo, la necesidad básica de contacto humano que para una persona que tuvo que adaptarse a un ambiente social que por distintas razones vivió como hostil, o por algo más simple como que no estaba bien visto el contacto físico (como puede ocurrir en algunas sociedades asiáticas, por ejemplo) se haya visto afectada.
Cada vez que esta persona tenga necesidad de abrazar o ser abrazado se encontrara con un dilema (algunos pueden verlo indecoroso, otros pueden vivir con miedo la necesidad de contacto), según como la persona resuelva este dilema satisfará más o menos la necesidad de contacto humano. Si puede expresar la necesidad de contacto, por ejemplo, teniendo contacto tierno con su pareja o abrazando a sus padres o a sus hijos, gran parte de esta necesidad estará satisfecha o incluso si puede extenderla también a sus amigos, más satisfacción podrá tener en esta parte de sí. En cambio si la capacidad de expresar y sentirse a gusto en el contacto humano está muy cortada (hay personas con dificultades de abrazar hasta a la familia cercana) esta persona irá sintiendo una insatisfacción que se puede vivir como vacío, frío interno, un estar solo aunque se esté acompañado.
Este empobrecimiento de las capacidades de uno, no se da solamente en las necesidades básicas como la expuesta anteriormente. Se puede haber perdido el contacto o el buen manejo de emociones como la alegría o la tristeza. También podemos habernos cerrado a ideas que en otras etapas de la vida podemos recuperar o podemos haber encorsetado nuestros impulsos y sensaciones.
Así en el transcurso de las diversas experiencias que hemos vivido nos vamos identificando con una serie de características. Por ejemplo, una persona se puede describir a sí misma como ordenada, trabajadora, seria y responsable y otra como divertida, vividora y optimista. El problema es que muchas veces estos roles se vuelven fijos en nuestra personalidad y apartamos de nosotros las características que sentimos opuestas “Yo no soy así”.
Otro ejemplo serían algunas personas que se consideran orgullosas de ser trabajadoras, están muy identificadas con “yo soy muy trabajador”. La contrapartida es que muchas de estas personas se sienten nerviosas o tensas si no hay ninguna obligación que hacer, parece como si siempre tuvieran que estar haciendo algo para estar bien. O al niño que se le reñía con dureza cuando hacía ruido o hablaba alto y luego de adulto se corta su forma natural de hablar o está preocupado continuamente por si molesta.
Todos hemos perdido partes nuestras por el camino, partes que están en nosotros, más exactamente son partes que somos nosotros, y podemos hacer un trabajo para recuperar. Por ello es muy importante descubrir con que características de personalidad nos identificamos y con cuales no. ¿Cuáles son las características que estaban bien vistas en nuestra casa? ¿cómo no le gustaba nada a mi padre que me comportara?¿haciendo que cosas me sonreía o me premiaba? ¿y a mí madre?…
Se trata de recuperar esas partes de uno que ahora mismo no tenemos disponibles y ponerlas a nuestro favor. En la medida que podamos ir aceptándolas en nosotros y poniéndolas en nuestro favor, iremos recuperando necesidades, impulsos, contacto emocional y satisfacción. Ya que la satisfacción interna no es posible si cortamos la risa, la tristeza, la alegría, la ternura o la necesidad de descanso, …
¿Qué he perdido de mí?